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MURCIA

Una radiografía sobre el terreno

miércoles 25 de marzo de 2015 Fuente: El País / Esperanza Codina

En Andalucía, unos 300 trabajadores sociales valoran los casos de dependencia.

Uno de los pilares esenciales para desarrollar la Ley de Dependencia lo conforman los trabajadores sociales, encargados de valorar los casos de posibles personas dependientes. En Andalucía hay alrededor de 300 personas adscritas a esta tarea, responsables el año pasado (cuando se reactivó la aplicación de la ley) de 73.800 nuevas evaluaciones y revisiones de expedientes. Forman un equipo que debe ser capaz de transmitir confianza para lograr que la persona que se sienta enfrente, enfermo, anciano o familiar, exprese sus emociones y traslade con certeza cómo vive esa situación de falta de autonomía. “El manejo de la entrevista domiciliaria es fundamental”, explica Ricardo Moreno, valorador de la delegación territorial de Sevilla.

Existe un baremo que determina el grado de dependencia de una persona (moderada, severa o gran dependencia) a partir de un cuestionario resuelto durante la visita a la vivienda. Antes de eso, el trabajador social tiene acceso a su informe de salud. Durante la entrevista personal no queda un rincón por escudriñar: cómo se desenvuelve el afectado en casa; cómo es su día a día; cómo le influye una dolencia; si sale o no al exterior; si en su vivienda existen barreras arquitectónicas… “La observación directa es muy importante”, ilustra Moreno.

Todo esto se intercala con pruebas para saber si ese posible dependiente es capaz de identificar dónde está su habitación, el baño o dónde come. O si puede vestirse o utilizar los cubiertos solo y hacer tareas como coger el teléfono y manejar la medicación o el dinero. Es decir, no solo se comprueba cómo se hace una tarea, sino cómo, con qué frecuencia y si necesita apoyo.

“A veces existe confusión porque no es una enfermedad la que dicta si existe falta de autonomía personal. Tiene que haber un componente negativo de salud, pero no existe una situación de dependencia solo por eso”, apunta el valorador. Pone un ejemplo: ocurre a menudo que una persona con una enfermedad mental da una puntuación baja a la hora de aplicar el baremo, que es “totalmente objetivo”, afirma.

El perfil de una persona dependiente es variopinto en Andalucía, pero el más común dibuja a una mujer mayor de 65 años que vive sola o tiene una red de apoyo familiar intermitente. Los trastornos mentales suelen estar presentes en personas de edades muy avanzadas. La entrevista del valorador ocupa tiempo por “la carga emocional” que despierta la situación, tanto en el dependiente como en su cuidador. El esfuerzo de este último es extraordinario, su estado es difícil de explicar. “Necesita y desea aliviar su carga y admite con agrado que alguien se preocupe de lo que le pasa”, dice Moreno.

Existen dos tipos de cuidadores: el pasivo, que suele estar a cargo de personas mayores y permanece más tiempo en el domicilio; y el activo, normalmente la madre de jóvenes o niños dependientes que está permanentemente interesándose por cómo puede mejorar la calidad de vida de su familiar. Todos están “desbordados”, pero los activos afrontan la situación con más esperanza.

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